domingo, 3 de noviembre de 2019

LA HISTORIA DE LA CAMINATA A LAS CATARATAS DE SOGAY EN AREQUIPA


03.11.19. Seis de la mañana y León Madero, mi querido tío, ya estaba que me llamaba para ir a la caminata programada para ese día. Era el viernes 22 de febrero de 2019. Me encontraba en Arequipa la segunda ciudad mas grande del Perú a 1000 Km. al sur de Lima. León Madero me había invitado a estar un mes en Arequipa para apoyar las actividades del grupo que él lideraba en Arequipa y desarrollaba en esa ciudad. Yo lo pensé mucho, no quería alejarme de mi familia en vacaciones, no quería alejarme de mi verano y de los días de nudismo en casa, pero al final acepté el reto. No queríamos llegar tarde ya que un colaborador del grupo se había ofrecido a prestar su minibús para transportarnos hacia el lugar de la caminata.

Llegamos, ya había alguien en el sitio del encuentro. Luego fueron llegando poco a poco los demás. Llego Ivar, luego David, José, Patty, Karen, Ronald y Yuvitsa. Después de unos minutos llegó la movilidad y León Madero se puso al volante. Salimos de la ciudad rumbo a las Cataratas de Sogay un sitio de nombre extraño para mi cerca a la ciudad de Arequipa. Todo con normalidad, sin contar que me dormí en el camino, hasta llegar al pueblo de Sogay, un lugar límpido y bonito junto a una inmensa quebrada llena de arboles. El inicio de la caminata estaba un poco más allá del pueblo. El vehículo sorteo las calles angostas del pueblo y avanzó hasta una pequeña explanada que en realidad era como una playa de estacionamiento. Todo el camino hasta ese lugar asfaltado y muy agradable a la vista.

Dejamos las cosas en el minibús y empezamos a caminar. Lleven lo menos posible. Dijo León Madero, algunos hicieron caso y otros no. Yo, que soy una niña obediente, si hice caso y solo llevé lo que tenia puesto. Empezamos a subir por un camino angosto entre los arboles, era temprano aún y no había gente con excepción de unas personas que nos sobrepasaron. Caminamos un trecho más y el corazón empezó a latir un poquito más rápido. -¿En que momento habrá que quitarse la ropa y empezar la caminata nudista? me preguntaba a mi misma. Si bien no había gente ese día sabíamos que era un lugar muy concurrido y visitado por muchas personas. Caminamos un poco más y llegó el momento decisivo. León Madero dijo: -Iniciamos aquí. Alguien dijo, -No, creo un poco más allá. Todos estaban nerviosos, como que no querían hacerlo pero León Madero fue firme. -Comenzamos de aquí. Todos obedecimos, y empezamos a despojarnos de las ropas. Listo la ropa ya estaba en las mochilas y la mía en la mochila de León Madero, ya que no había llevado mochila. Solo quedé con mis sandalia moradas y los demás la mayoría con zapatillas y el bloqueador encima. Iniciamos la caminata, no sin antes sacar una foto con la pancarta y las indicaciones correspondientes de las cuales la única que recuerdo fue "Si encontramos gente ustedes caminan como si estuvieran vestidos y saludan". La vista espectacular, el camino angosto, el olor de los arboles, el sonido de las aves, el sol que empezó a calentar la mañana fresca, todo maravilloso...

El camino subía y bajaba por la ladera hasta que llegamos al río. Un río, se podría decir que pequeño, de unos 20 metros de ancho muy poco profundo y con poco caudal bajaba entre los peñascos. De pronto, había que cruzar el rió. No había forma el agua de Arequipa es helada no quería mojarme los pies. Algunos saltaron por unas piedras y yo que no quería mojarme no e atrevía. Uno de los amigos del grupo se ofreció amablemente a llevarme en su espalda así que yo ni corta ni perezosa acepté el ofrecimiento y pasé el río sin mojarme los pies. Continuamos con la caminata subiendo y bajando las enormes piedras que estaban al costado del río. Hasta que de pronto nuestro mayor temor se hacia realidad. Había gente en un páramo al costado del río que no era visible. Ellos no nos veían y nosotros tampoco a ellos. Eran dos mujeres adultas y unos 3 niños. -¿Que hacemos? Pasamos o no pasamos, todos estaban vacilantes. -Pasemos- dijo León Madero. No van a decir nada. Así que ni modo, tuvimos que pasar todos viendo hacia delante. Cierto que no dijeron nada y pasamos de largo. Seguimos hacia las cataratas subiendo entre las piedras resbaladizas hasta que llegamos a la catarata. Una poza pequeña a la que caía agua algo lodosa desde una garganta llena de piedras en el cause del río. El agua formaba un remanso y luego continuaba su curso cayendo entre dos piedras que estaban justo a la entrada de la poza. Para poder pasar a la pequeña playita que había al otro extremo de la poza había dos formas. A la entrada de la poza estaban las dos piedras entre las cuales caía el agua. Una de las formas era saltar de la piedra que estaba del lado del camino por el que vinimos hacia la otra que permitía llegar a la playita, lo que realmente era imposible porque estaban muy distantes así que igual había que entrar al agua y cruzar de una piedra a la otra luchando contra la fuerza del agua que salía de la poza y la otra forma era ir por la otra dirección por el borde de la poza hacia el otro lado rodeando la poza caminando con casi todo el cuerpo sumergido en el agua, pisando el fondo arenoso hasta llegar a la playita. Yo elegí la segunda forma.

Luego de llegar a la playita entraron al agua todos menos yo. Ya había tenido una experiencia anterior en las aguas de los ríos de Arequipa así que dije esta vez no. Pero jugamos nos reímos, nos convertimos en niños y niñas una vez mas, jugamos charada, se pasó la hora teníamos que regresar. Cuando ya estábamos para irnos, otra vez un ser del mundo textil llegaba con su bicicleta hasta la entrada de la poza. Si, como lo leen con su bicicleta en medio de las piedras gigantes. No se cual era mas extraño nosotros desnudos o el con su bicicleta. Se instaló justo ahí, así que tuvimos que pasar delante de él para regresar y lo hicimos, prácticamente lo ignoramos. El sol quemaba más. Yo valiente dije, a mí el sol no me hace nada, por eso ni bloqueador me puse, pero ¿Qué creen? si me hizo daño. Ese sol no es como el sol de mi Cañete querido, pero ese es otro cuento. Bajamos por entre las piedras por el mismo camino que habíamos venido y paramos para tomar unas buenas fotos. Avanzamos por el camino y el sol cada vez mas fuerte. Paramos para hacer algunas fotos más, hicimos las fotos y seguimos caminando. Después de cruzar el río se aparecieron cuatro hombres, pero nosotros fiel a la orden pasamos impávidos, sin chistear y saludamos cordialmente. Si se habrán asustado o se habrán impresionado u otra cosa no lo se ya que nunca volteamos a verlos.

Seguimos río abajo, el camino angosto te lleva a subir por la ladera de la quebrada. El río cada vez se ve mas lejos en lo profundo. Muchos ya querían ponerse la ropa por el sol intenso que ya quemaba. Yo no, como buena naturista quería terminar esa caminata en donde habíamos empezado. Pero sucedió algo. A lo lejos abajo cerca del río en una toma de agua había unos hombres. Empezaron a correr a hablar entre ellos. Parecían como dirigentes del lugar. No le dio confianza a León Madero pensó que ellos si podrían hacer algún problema así que dio la indicación. Aquí nos vestimos. Y así fue todos nos vestimos y continuamos la caminata en modo textil. Siempre que pasa eso, osea que volver al modo textil, hay una ligera nostalgia e impotencia de no poder seguir en el modo naturista que es el mejor modo que hay. Llegamos al minibus y ahí un pequeño intercambio de experiencias. ¿Qué te pareció? ¿Cómo la pasaste? ¿Qué fue lo bueno? ¿Qué fue lo malo? etc. Luego todos arriba y nos enrumbamos otra vez al mundo textil...Edith Rodríguez

La serie completa de fotos de esta historia está en nuestra página de Patreon. https://www.patreon.com/proyectoanna


Nota. Impresionante e interesante el relato de dicha caminata nudista a las cataratas de Sogay...

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